Llego hasta aquí
Un pueblo dividido
Semilla de aventura para una ciudad ocupada.
En un pequeño pueblo ocupado por los alemanes desde el principio de la guerra llega una inquietante noticia. Los invasores van a instalar en las cercanías unas instalaciones militares. En teoría es un secreto, pero en los pueblos pequeños es difícil mantener algo en privado. El alcalde lo sabe, lo que significa que lo sabe su mujer, que se lo ha contado al cura, que lo ha compartido en la taberna donde, también, lo ha corroborado el pastor porque ha visto las obras y los convoyes de material.
Algunos están ilusionados porque la llegada de actividad puede paliar un poco la difícil situación económica de la comarca. Los varones en edad militar han desaparecido y las mujeres, los ancianos y los niños apenas tienen que comer. Una dotación alemana tiene que generar suficiente trabajo para que algunas familias puedan prosperar. La mujer del alcalde no es nazi, ella no entiende de política, pero sí de las necesidades del pueblo y es la cabeza visible de un movimiento a favor de los alemanes. Por otro lado, El dueño de la taberna, que evitó la llamada a filas por una grave cojera, encabeza a los que se oponen a la instalación alemana. No les ha hecho nada, pero son el enemigo y no se puede colaborar con ellos.
La tensión en la pequeña urbe crece día a día mientras sus ciudadanos ven pasar camiones cargados de cosas extrañas. También aparecen extranjeros que hablan idiomas raros (parecen rusos) en camiones que los transportan sin mucho cuidado, como animales. Poco a poco, el pueblo se da cuenta que es ahora o nunca. ¡Hay que hacer algo!
Y entonces, llega un forastero.