Número: 241. 4ª época. Año XXII ISSN: 1989-6289
Durante la Guerra de Independencia, Galicia se convirtió en una región de especial relevancia por su emplazamiento de cara a la entrada y salida de tropas a través de Portugal y por mar tanto hacia Reino Unido como hacia Francia. Puede decirse que la dominancia de Francia en Europa tuvo su primer tropiezo en Vigo, la primera localidad de Europa conquistada por los franceses que logró expulsarles. Galicia fue también la primera región de España que se libró de la ocupación imperial.
Sin embargo, primero pasó Galicia por los dolores de la ocupación. La necesidad de los británicos de huir de la península ante el avance de los franceses llevó a estos detrás de Sir John Moore hacia A Coruña y a la invasión de la región. Por un lado, los franceses entraban con el segundo cuerpo del ejército francés, al mando del mariscal Soult, reforzado por un contingente del general Ney, sumaban más de 60.000 efectivos de infantería y caballería combinadas, más ochenta piezas de artillería. Por otro, el ejército español en el norte no se encontraba en la mejor de las situaciones. Al mando del Marqués de La Romana y recién llegadas a través de Portugal, las tropas leales en Galicia rondaban los 9.000 efectivos, con lo que la oposición que pudieron ofrecer fue muy poca. Además, si atendemos a las crónicas de la época, incluso teniendo en cuenta la lógica exageración de parte, la dominación francesa habría incluido destrucción de edificios, granjas e iglesias, expolio, asesinatos y violaciones…
Toussaint Charlet, N. (1818). The French Soldier. Instituto de Artes de Chicago. Obra en Dominio Público.
Para finales de enero de 1809, los franceses habían tomado Lugo, Santiago, Coruña, Ferrol, Orense, Pontevedra, Vigo y Tuy. Y es justo en enero de 1809 cuando comienza esta historia.
En ausencia del gobierno legítimo y desde luego oponiéndose al extranjero, la Junta Suprema central había asumido el control de las fuerzas nacionales y la organización de la resistencia. Dándose cuenta de la importancia que las partidas de guerrilleros iban a tener en Galicia, animaron a los civiles a armarse y luchar contra el invasor con estrategias de guerrilla.
Al mediodía del 11 de enero de 1809, las tropas napoleónicas de la Primera División del Segundo Cuerpo del ejército francés, al mando de Jean Baptiste Franceschi, entraban en la ciudad de Betanzos, ocupándola sin lucha ni rendición. Avisada por la Junta de gobierno de Lugo, la urbe había sido vaciada por gran parte de sus habitantes, que se habían dispersado por las aldeas de alrededor, tanto para huir como para organizar la resistencia. Desde luego, las tropas napoleónicas aprovecharon las ausencias para saquear a placer, aunque llovía sobre mojado: dos días antes habían pasado por allí los ingleses quienes, en su huida, también hicieron destrozos con la idea de ralentizar el avance francés.
En cualquier caso, los invasores se habrían apoderado de la Casa Consistorial, monasterios, conventos y el hospital, además de cometer, según los cronistas, varios sacrilegios. Un hecho especialmente reseñable fue la destrucción de toda la documentación del Archivo Municipal.
Ya en febrero, mientras el gobernador puesto por Francia en Betanzos llamada a los huidos a volver a sus casas, diciendo que "el tiempo de guerra había terminado", el Mariscal Ney enviaba a sus tropas por las aldeas a vengar con ferocidad cualquier asalto sobre tropas francesas que hubieran llevado a cabo los partisanos españoles.
Conscientes de la dispersión de estas partidas por los alrededores de Betanzos, el Estado Mayor de Ney ordenó en un momento dado a dos destacamentos de la División Marchand, formados por doscientos dragones del tren de artillería, armados de sable, pistola y carabina, y con sus respectivas cabalgaduras, acampar con todo su equipamiento en las aldeas de Carres, Cesuras, Mandayo, Trasanquelos, Loureda y Dordoña. Los distintos campamentos no se encontraban a más de dos leguas uno de otro y no había señal de tropas españolas en veinte leguas a la redonda.
Y hasta aquí llegan los hechos confirmados. Una noche, los dragones estaban acampados en los citados lugares. La siguiente, habían desaparecido sin dejar rastro, como si se los hubiera tragado el Infierno. Según los franceses, no quedaron cadáveres, restos del equipo, caballos, ni señales del enfrentamiento.
También según narran los invasores, y concretamente el mariscal Jomini, jefe del Estado Mayor de Ney, en su libro "Estrategia", un cabo francés herido habría logrado escapar y daría cuenta de la matanza al gobernador de Betanzos, acusando a aldeanos, dirigidos por clérigos y frailes, de haber degollado por la noche, en silencio, a los doscientos hombres.
Se descartó la deserción y se procedió a interrogar con dureza a los campesinos ante las sospechas de que los soldados imperiales pudieran haber sido enterrados en los montes de la zona. En la obra La ocupación de Betanzos y su tierra por los franceses en 1809. 163 días de suplicio en la voz del pueblo de Núñez-Varela y Lendoiro se expone cómo la desaparición de los 200 fue presentada a los ojos del Emperador como de "horrible provocación", y activaría un fuerte castigo en la zona, incluyendo la quema de varias aldeas y una multa imposible de pagar.
¿Y qué pasó realmente con los dragones desaparecidos y sus caballos? La hipótesis más popular es que en efecto los cuerpos de los soldados estarían enterrados en lo profundo del bosque. Hay quien dice que los soldados podrían haber sido envenenados primero en su agua para facilitar el asalto. Una tradición oral apunta a que los cuerpos habrían sido quemados en hornos que habrían trabajado a destajo toda la noche. En cuanto a los caballos, habrían sido conducidos al galope hasta Ribadavia, a unas veinte leguas de camino, donde se habrían entregado al Marqués de La Romana, jefe español del ejército del Norte.
Sin embargo, quien escribe este artículo quiere lanzar una hipótesis más, que serviría a las Direcciones de Juego que quieran aprovechar esta historia para jugarla desde el punto de vista francés. ¿Y si toda esta misteriosa y en apariencia casi imposible desaparición hubiera sido un invento del Estado Mayor francés, un falso ataque de falsa bandera para justificar la dureza, la extensión o los medios de la ocupación? ¿Y si a los dragones se les dio la orden de acampar y de marcharse en plena noche hacia el sur?
Tanto si se quiere jugar esta historia desde el punto de vista del asalto de los guerrilleros gallegos como desde el de los dragones franceses en misión de sigilo, sin duda este hito de la Guerra de la Independencia será de gran interés para tu mesa de juego.