Llego hasta aquí










Custodios de la llama
En Cunia hay cosas que es mejor no mirar de frente. El que lo hace, normalmente acaba roto o en un sitio del que no se vuelve. Pero, por cada sombra que intenta tapar lo inexplicable, hay otra que se empeña en mantenerlo vivo. A esa otra la llaman de muchas formas: Custodios de la Llama, La Mano que Guarda, Los Vigilantes, incluso "los que creen en cuentos". Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su nombre real, o si lo tienen. Lo que sí se sabe es que son la otra cara de la moneda de Lázaro (24341
).
Donde Lázaro intenta apagar cualquier chispa de lo extraordinario para que la gente corriente nunca se entere, los Custodios hacen justo lo contrario: alimentar el fuego. Y si no pueden hacerlo crecer, al menos lo esconden, lo guardan y se aseguran de que siga ardiendo en algún rincón oscuro de la ciudad.
Dicen que surgieron hace décadas, cuando un puñado de tipos se cruzó con algo que no debería existir. No lo combatieron, no intentaron borrarlo: lo ocultaron, lo guardaron y lo usaron. Desde entonces, su lema no ha cambiado: lo oculto no se destruye, se protege.
¿Qué hacen los Custodios? La versión corta: se dedican a proteger el mundo oculto de la ignorancia de los demás. La larga: coleccionan objetos extraños, amparan a personas con "talentos raros", y mantienen en pie un entramado de secretos que harían que más de uno perdiera la cabeza.
Para ellos, los objetos mágicos, si se les puede llamar así, no son peligrosos por sí mismos, sino por quién los maneje. Si algo cae en malas manos, puede provocar un desastre. Pero si lo usan ellos, si lo guardan bajo llave, creen que el mundo puede seguir rodando.
Algunos hablan de almacenes llenos de reliquias imposibles: espejos que no reflejan, armas que nunca se desafilan, frascos con cosas que respiran dentro. Otros aseguran que los Custodios llevan un registro de "linajes" en Cunia, familias en las que de tanto en tanto nace alguien con un don que rompe las reglas. Si esto último es cierto, sabrán más de la ciudad que nadie.
De dónde sacan el dinero es un misterio. No parecen moverse con la ostentación de una mafia, ni con los recursos de un banco oculto. Pero siempre tienen lo que necesitan: un almacén nuevo, un yate, un piso seguro en mitad de la ciudad. La versión más extendida es que manejan antigüedades. Y no las que salen en subastas respetables, sino piezas sin catalogar, vendidas a coleccionistas excéntricos a cambio de sumas ridículas de dinero.
Su organización no está clara. Parece más una red de células que una jerarquía militar. Pocos saben más allá de tres o cuatro nombres, y casi nunca se repiten en diferentes contextos. Se sospecha que en lo alto hay un pequeño consejo, gente mayor, casi mitológica, a la que llaman Portadores de la Llama. Nadie los ha visto, nadie puede probar que existan.
Lo interesante de los Custodios no es lo que hacen, sino lo que provocan. Cada vez que un grupo de Lázaro intenta erradicar algo raro, casi siempre hay un Custodio cerca tratando de evitarlo. No se matan en la calle, no suelen dejar cadáveres tirados en un callejón, pero libran una guerra silenciosa, donde los peones desaparecen y los secretos cambian de manos.
Mientras Lázaro quiere apagar el fuego, los Custodios ponen más leña. Y esa pugna convierte a Cunia en un campo de batalla invisible. El ciudadano medio no sabe nada, pero de vez en cuando hay un incendio extraño, un robo imposible, una desaparición que no encaja. Y los rumores vuelan: "eso fue cosa de los que guardan la llama".
Ser Custodio no es algo que se elija en un formulario. Te encuentran. Quizá porque heredaste algo de familia, porque presenciaste lo indebido y sobreviviste, o porque alguien de dentro te señaló como útil. Una vez dentro, ya no hay salida limpia.
Los miembros son tan diversos como las calles de Cunia: estudiantes con más curiosidad que sentido común, anticuarios obsesionados con piezas imposibles, matones a sueldo que aceptaron un trabajo y nunca se fueron, incluso médicos o científicos que encontraron algo que no podían explicar.
Pero lo que todos comparten es una fe absoluta en que lo oculto debe preservarse. Puede sonar romántico, pero la realidad es más turbia: algunos se convierten en fanáticos, otros en simples acumuladores de poder.
Se cuentan muchas cosas sobre ellos:
Que en los sótanos del puerto hay un almacén suyo, y que entrar allí significa no volver a salir
La mitad serán mentiras, la otra mitad exageraciones. Pero en Cunia las exageraciones tienen la mala costumbre de esconder algo de verdad.
De Lázaro se dice que son una sombra. De los Custodios, en cambio, se susurra que son la sombra dentro de la sombra. Nadie los ha visto actuar de frente, nadie puede señalar un rostro y jurar: "ese es un Custodio". Pero cada vez que aparece algo que no debería existir y desaparece sin dejar rastro, la conclusión es inevitable.
¿Son los héroes que protegen lo que no entendemos? ¿O son simples acumuladores de poder que usan el miedo como máscara? Nadie lo sabe. Lo único seguro es que, en Cunia, hay quien se empeña en apagar cualquier chispa extraña… y hay quien prefiere que la llama nunca se extinga.