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viernes, 4 de octubre de 2024


 

La Fiebre amarilla

Hoy sabemos que la fiebre amarilla se contagia por la picadura de un mosquito que transmite un flavivirus, pero en 1808 se conocía la enfermedad, pero no así el método de transmisión. Se sabía que era una enfermedad procedente de América y, en concreto, de la zona del Caribe y que afectaba a las ciudades portuarias y ribereñas. Se asociaba con algo que llevaba en el nutrido comercio, pero no se sabía qué. Ciudades como Cádiz, Sevilla, Cartagena, Málaga, Granada, Alicante, Valencia, Barcelona o Palma de Mallorca tuvieron sus brotes de fiebre amarilla durante el siglo XIX. Durante la guerra de la Independencia y dado el desconocimiento general, los brotes fueron más devastadores que a mediados o finales del XIX.

La fiebre amarilla se incuba en 3 a 6 días y es posible pasarla sin darse cuenta, sin síntomas, y esta es una de las razones por las que entraba a través de los puertos a bordo de enfermos que no sabía que lo estaban. Sus síntomas leves son fiebre, dolores musculares (en especial en la espalda), dolor de cabeza, pérdida de apetito, náuseas y vómitos. Estos síntomas desaparecen solos a los 3 o 4 días de aparecer. Hasta aquí, la enfermedad puede parecer otra cosa (un mal resfriado, por ejemplo) y eso dificultaba el diagnóstico a tiempo. Si la enfermedad se agravaba (lo que ocurría 24 horas después de la remisión de los primeros síntomas), la enfermedad atacaba a los órganos internos (en especial al hígado) y volvía la piel y los ojos del enfermo amarillos (de ahí el nombre de la enfermedad), además de oscurecer la orina, provocar de nuevo vómitos con gran dolor abdominal y el sangrado oral, nasal y ocular. La mayoría de los pacientes que se ponían amarillos, moría al cabo de 7 a 10 días.

Cuadro La Fiebre Amarilla de Juan Manuel Blanes. Imagen de dominio público

A las personas que enfermaban y se les diagnosticaba fiebre amarilla se les recetaban vómitos purgativos para que expulsaran de su cuerpo la enfermedad (no era eficaz y nos atreveríamos a decir que, en muchos casos, era contraproducente). También se les alimentaba con caldos (de calidad, no agua manchada), vino de forma generosa y ropa de abrigo.

Si se sospechaba que un barco había traído la enfermedad, se hacía un preparado de ruda, ajenjos, enebro, escordio (una hierba), azufre, pez, antimonio, litargirio (un óxido de plomo), cominos, euforbio (una planta), pimienta, sal de amoniaco y asafétida (otra planta). Con él se ahumaba (con un incienso) todo el interior del barco cerrando bien todas las salidas. Tras lo cual se realizaba otra ahumado con hierbas aromáticas porque el preparado de desinfección olía realmente mal. Este procedimiento no evitaba la enfermedad; es probable que matara o eliminara los mosquitos si había agua en la sentina, pero no actuaba contra los verdaderos portadores de la enfermedad que no era el barco sino los marineros que bajaban de él.

Como DJ, matar a un jugador de fiebre amarilla es un poco maligno, pero si fuera necesario considéralo una acción extendida de Vitalidad en la que se tengan que obtener 3 éxitos para sobrevivir con una tirada diaria durante la semana que aparece el tono amarillo. Sin matar de enfermedad a los PJ, la fiebre amarilla puede ser un buen recurso para crear tensión dramática en la partida, además de sus objetivos tendrán que lidiar con la posibilidad real de caer enfermos.

 

 

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Cita

«Y si quiere palo, pues palo y palo!»

Mussolinni