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viernes, 29 de marzo de 2024


 

Vestido camisa

A finales del siglo XVIII, la ropa, y sobre todo la femenina, era muy recargada, con grandes bordados, encajes y ropas complicadas que dificultaban la movilidad, pero todo esto cambiaría con la Revolución Francesa que fijándose en los valores de la antigua Grecia y Roma daría nacimiento al neoclasicismo, algo que también afectaría al vestir. De Francia la moda pasaría a Gran Bretaña y de ahí al resto del mundo, incluida España.

La ropa se hace más sencilla, más cómoda de llevar y las diferencias sociales no estaban tan marcadas (algo muy en consonancia con las ideas originales de la Revolución Francesa). El vestido camisa tiene su origen en la ropa que las mujeres llevaban en las colonias francesas de las Antillas. Los trajes recargados eran impensables en los climas cálidos. Era amplia, lo que facilitó la aparición de los bolsillos (en los hombres) e hizo desaparecer los bolsos (de nuevo en los hombres). En las mujeres, la reducción de la amplitud de las faldas les impidió llevar faltriqueras (que antes ataban a la cintura) y los bolsos pequeños se hicieron más habituales. Los colgaban del hombro con cadenas y los franceses los llamaban reticules que en España acabaron llamándose ridículos.

Vestido camisa de 1800 a 1810 del Museo del Traje

Uno de los ejemplos de esta evolución en el vestir del siglo XIX es el llamado vestido camisa. Eran de una pieza, de talle alto, manga corta o larga y con escote variable (en ocasiones bastante para la época). Dependiendo del dinero gastado por su dueña, el traje podía llevar bordados en seda, cintas de raso, cordones dorados y otros adornos. Al principio el corte era muy sencillo: un tubo que se anudaba con una cinta bajo el pecho, pero poco a poco se fueron complicando. Se separó el corte del cuerpo y de la falda, se ahuecaron los hombros, se pusieron pasacintas en el escote, se modificó el vuelo de la falda, etc.

El traje se complementaba con una chaqueta (había diferentes tipos pero eran de manga larga y cortas, estilo torero) o un chal (en España) y con guantes. De hecho, se consideraba poco decoroso que una mujer saliera a la calle sin guantes. Además, para que se viera mejor el vestido, las mujeres se peinaban con moños altos y la cabeza descubierta, sin sombreros.

Por primera vez las mujeres no llevaban el cuerpo comprimido por cotillas (o ballenas) ni las piernas escondidas tras verdugados, guardainfantes o tontillos. Al contrario, el cuerpo de la mujer podía verse de forma real; bajo el vestido solo llevaban una camisa y unas enaguas, algo que debió ser muy liberador después de los vestidos del siglo XVIII. El traje se hizo tan popular que algún crítico de la época se quejó de que las mujeres lo usaran para todo, sin distinguir actos sociales. Durante el día se llevaban estampados o lisos y con el escote cubierto por una tela fina. Por la noche eran menos recatados y estaban confeccionados con hilo de oro o plata.

Vestido camisa posterior, Museo del Traje

El vestido camisa no era ropa de trabajo y solo los más pudientes podían permitirse tener varios. Sin embargo, era mucho más sencillo de confeccionar que los trajes rococó de los años anteriores y permitía que más gente se lo pudiera permitir. Se hacían en muselina (que era muy cara y se traía de Filipinas) o de algodón inglés (que llegaba desde la India). Los chales eran de cachemira, que también llegaba de la India.

El vestido camisa resultó ser poco ostentoso para los adinerados de la época y a pesar de su popularidad tuvo una vida efímera. Cuando la Revolución Francesa derivó en el Imperio de napoleón, el vestido camisa derivó en el Traje Imperio, que podría resumirse como un vestido camisa al que se le ponía encima ostentosas túnicas y sobretrajes de seda y terciopelo y se añadieron encajes y vivos colores, pero de los trajes Imperio hablaremos en otra ocasión.

 

 

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Cita

«El enemigo nunca duerme, siempre está despierto. Si todos vosotros dormís, él os alcanza.»

Sgto. Instructor Gómez