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viernes, 26 de abril de 2024


 

TAMBORES EN LA JUNGLA II

La tribu realizaba sus quehaceres, la gente vivía sus vidas como en cualquier otro día. Aquí y allí veía a las mujeres preparando la caza para comer, a los niños corretear alegres entre las chozas y a los ancianos hablando entre ellos. Los hombres estaban en el río, pescando con las grandes lanzas que utilizaban para atrapar a los peces distraídos o en la jungla, cazando más presas. Nunca había estado tan cerca del territorio de la Tribu del Río, ni siquiera cuando se perdió de pequeño y los adultos le reprendieron por haberse alejado tanto del poblado. Durante toda su vida había escuchado historias de la enemistad entre ambas tribus, la Tribu del Río y la Tribu del Gran Fuego, incluso recuerda varios enfrentamientos vagamente, los hombres se preparaban con las pinturas y las armas bendecidas, entonaban cánticos de poder y se perdían aullando en el espesor verde. Tiempo después regresaban, nunca todos, y siempre malheridos pero orgullosos. Y contaban historias sangrientas de enemigos abatidos y gestas heroicas. Por suerte, las batallas nunca se libraron cerca del poblado y Kust no presenció jamás una batalla real.

Sin embargo, años de historias acerca de la maldad de sus enemigos son difíciles de ignorar y ahora Kust aferraba fuertemente su lanza y estaba completamente en tensión observando al enemigo de su tribu tan cerca que podría acabar con uno de ellos arrojando su arma. Después de recorrer la Senda Marrón durante una jornada llegó aquí. Realmente no fue consciente de hacia donde se dirigía, su mente estaba llena de confusión y rabia durante el camino, así que cuando empezó a notar las señales que marcaban el territorio enemigo comenzó a sentir un sudor frío recorriendo su espalda , pero no se detuvo. Sabía que si lo descubrían lo matarían sin contemplaciones, como se haría en su tribu si ocurriera al revés, pero quería saber quienes habían atacado a su tribu y por qué.

Además, no estaba seguro de querer evitar la muerte.

 

Pasó mucho tiempo observándolos y poco a poco se dio cuenta de que no parecían tan horrendos como en las noches alrededor de la Gran Hoguera, escuchando a los guerreros ensangrentados. De hecho, se diferenciaban bien poco de su propia gente, tanto en aspecto como en costumbres. Las mujeres se ocupaban de la comida y los niños, los hombres de la caza y la lucha y los ancianos de proteger con su sabiduría a la tribu y preservar las tradiciones.

Esto aumentó la confusión de Kust y le distrajo lo suficiente para lo que iba a suceder.

 

Un grito le hizo revolverse lo justo para ver a un guerrero apuntándole con su lanza y llamando al resto. En un acto reflejo Kust intentó incorporarse pero el guerrero enemigo, apenas algo mayor que él y visiblemente nervioso se asustó y le clavó el arma en la espalda, a la altura del hombro. Kust dio un alarido y soltó su propia lanza, la sangre manó abundantemente cubriéndole el brazo rápidamente y se cayó de espaldas mientras su enemigo le apuntaba al cuello con la lanza, amenazando con abrírsela si decidía volver a moverse.

Kust no pudo moverse hasta que llegaron dos guerreros más, que se alarmaron al verlo y siguieron apuntándole con sus armas. En ese momento Kust Brazocertero se dio cuenta de que no había comido nada desde hacía mucho tiempo y cayó desmayado. La gran bestia se abalanzó sobre Kust peligrosamente con intención de devorarlo.

 

El agua mojó sus labios y comenzó a beber. La herida del hombro le ardía y no pudo coger el dango1 con sus propias manos, así que dejó que le siguieran dando de beber. No pudo beber todo lo que hubiera querido, bruscamente le retiraron el dango de la boca y se vio rodeado por dos guerreros de la Tribu del Río que seguían apuntándole con sus armas, sus rostros estaban muy serios y a Kust le quedó claro que sería atravesado si intentaba algo. Se encontraba en el interior de una choza bastante grande y al lado de la hamaca se encontró con la curiosa mirada de un anciano, el cual sostenía la corteza del dango y hacía sonar repetidamente unos huesecillos en su mano.

El anciano chamán le preguntó por que estaba atacando en solitario a su tribu y que donde estaba el resto de su pueblo. ¿Acaso se escondían en algún lugar a la espera de una señal?

El joven Kust abrió la boca para contestarle pero estaba demasiado débil. El incorporarse para beber le había mareado y todo le daba vueltas. Llevaba varios días sin comer, desde que se iniciara la ceremonia de caza y todo lo ocurrido desde entonces más la herida sufrida a las afueras del poblado del Río habían consumido toda su vitalidad; solo unos pocos murmullos ininteligibles surgieron de su garganta antes de caer exhausto.

Kust comenzaba a acostumbrarse a perder el sentido…

 

Un día después y ayudado por el anciano, que se ocupó de él y no permitió que nadie más entrara en la choza, pudo recuperar suficientes fuerzas para comer por si solo y soportar el dolor que le causaba la cura que el viejo le realizaba en la herida del hombro. El anciano chamán no le volvió a preguntar nada en ese tiempo y Kust no sabía que pensar: o le mataban directamente o le interrogaban y luego le mataban. Ahora que estaba más recuperado no tenía muy claro si quería morir antes de saber lo ocurrido con los suyos. Así que lanzaba ojeadas afuera a través de la piel que tapaba la entrada a la choza cada vez que podía. Esperando ver dirigirse de un momento a otro a los guerreros armados a cobrarse su presa con él. Lo único que consiguió fue ver las espaldas de uno de ellos que permanecía en la entrada, vigilando. Así que lentamente volvió a la hamaca que ocupaba y se sentó en ella sin decir nada.

Un tiempo después, cuando ya anochecía el chamán le preguntó que había ocurrido para que decidiera atacar él solo el poblado, lo mismo que le había preguntado con anterioridad.

Kust se quedó observando como encendía un pequeño fuego en el centro de la choza antes de empezar a hablar; el viejo chamán era muy anciano, andaba encorvado y se apoyaba en una nudosa vara de madera de algún árbol que no Kust no conocía. Tenía la piel algo pálida y el fuego provocaba extraños reflejos en ella, como si la llevara untada de algún aceite o savia. Se sentó en el suelo al lado del fuego y se le quedó observando, a la espera.

Le contó lo ocurrido: Como estaban terminando la ceremonia, como cayó desmayado por el cansancio y como despertó después de la horrible catástrofe. También le contó los sueños que tuvo durante sus desmayos y el chamán puso cara de preocupación y le hizo más preguntas al respecto, buscando detalles del sueño y claves que le ayudaran a comprender su significado. Kust terminó diciendo que lo primero que se le había ocurrido es que hubiera sido un ataque de ellos aunque la fuerza utilizada era algo nunca visto y decidió ir a ver si realmente habían sido ellos, si también habían sufrido el ataque o simplemente si sabían algo.

Después de escuchar su relato el chamán dijo llamarse Oldak Chamángris, a la pregunta de Kust contestó que no, que no iban a matarlo de momento hasta saber que había pasado en la Tribu del Gran Fuego, aunque el simple hecho de las pinturas de guerra que Kust llevaba cuando lo encontraron era motivo suficiente. Le dijo que al ver que Kust estaba en tan lamentable estado y deseoso de saber que había ocurrido, envió una mano de hombres en dirección a su poblado para que averiguaran lo que pudieran. Oldak no sabía si Kust sobreviviría ya que estaba muy débil así que decidió hacer eso para asegurarse de que no había enemigos en las cercanías y tratar de saber más de lo ocurrido. Ahora deberían estar allí y es posible que regresen mañana por la tarde así que hasta el momento trataría de averiguar algo más sobre el extraño sueño de Kust, aunque era sabio y no descartó la posibilidad de una simple pesadilla causada por el cansancio. Ordenó que llevaran a Kust hasta otra choza y que le siguieran vigilando hasta que regresara la mano de hombres y contaran que habían visto. Le permitieron salir de ella y poder andar por la aldea pero a Kust no le gustó las miradas que encontró y uso poco su nueva libertad.

 

Así que el joven Kust se metió en la nueva choza entre las hoscas miradas de los habitantes del poblado y allí estuvo un día más, hasta que regresaron los hombres y corroboraron lo dicho por el muchacho. Al menos la versión de una gran batalla ocurrida y el gran destrozo causado por ella. Se mostraron preocupados y cuando contaron lo ocurrido la gente comenzó a mirarle de otra forma, ahora adivinaba miedo en sus ojos, como si de un fantasma se tratara. No llegaron a tratarle mal pero notaba como le rehuían y trataban de estar con él lo menos posible, así que pasó el día siguiente muy solitario. Por la noche se asomó fuera y contempló la choza de Oldak. El humo salía por arriba y el fuego iluminaba la choza del chaman, escuchó unos cánticos surgir de ella y sintió un repentino temor que le hizo volver a su hamaca y tratar de dormir.

 

Al amanecer siguiente Oldak entró en su choza y lo despertó. Dijo lo que los espíritus le habían contado: el mal había atacado a su tribu y sobre Kust pesaba ahora el destino de toda su tribu. Debía seguir el rastro del mal, saber que le había pasado a su gente y donde estaban los guerreros desaparecidos. Si no lo hacía los espíritus de todos los muertos de su tribu no descansarían jamás y clamarían llenos de dolor hasta el final de los días.

Kust escuchó lleno de espanto estas palabras y un profundo terror le invadió, impidiéndole pensar con claridad. ¿El mal atacando a su tribu?, ¿los espíritus de los muertos sin descanso?, ¿el destino de toda su gente sobre él? Era más de lo que podía entender y fue Oldak quien le hizo reaccionar. Le levantó de una sacudida y lo llevo fuera de la choza que ocupara durante dos jornadas. Ante toda la tribu contó lo que los espíritus le habían revelado y se decidió que se marcharía en ese momento. Si continuaba allí, atraería el dolor y el miedo que portaba hacía ellos y no iban a permitirlo. Así que entre la confusión que de nuevo sentía, lo armaron, le dieron provisiones y le obligaron a partir siguiendo una dirección que los hombres del Río habían encontrado en la jungla. El rastro se alejaba en la misma dirección que había venido antes de atacar, hacía el norte. Se lo indicaron así y Kust partió acompañado por los cánticos del chamán, que poco a poco se iban apagando a medida que se internaba más y más entre la espesura, hasta que ya no escuchó nada y se encontró de nuevo solo.


1.- Dango: fruto de corteza redondeada y dura que dan algunos árboles en la selva del Gran Espíritu. Se suelen utilizar como recipientes, entre otras funciones.

 

 

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Cita

«El mejor ejército del mundo es un español cabreado y con un fusil.»

Capitán Velarde
(Un Día de Cólera)