Llego hasta aquí



 Pangea
 Ayudas
    Afición (11)
    Ambientación (129)
    Reglas (106)
    Equipo (97)
    Sucesos (127)
    Aventuras (74)
    Preg./Resp.
 Por autor
 Productos
 Enlaces
 





Licencia Creative Commons para el texto de la web (quedan excluidas de la licencia CC las ilustraciones)


viernes, 29 de marzo de 2024


 

FRAGMENTOS DEL OLVIDO

(V Entrega)

Tras escuchar las últimas palabras de Dridelkin, mientras se desvanecía en una ligera bruma, la fría estancia de piedra que le rodeaba se inundó de paz, de una sensación reconfortante y placentera. Naest sentía cosquilleos en la punta de sus dedos y detrás de su cabeza, y se sumió en un estado de tranquilidad y calma... nada podía hacerle daño...

Con estos pensamientos, Naest cayó rendido en el que anteriormente le había parecido un gélido suelo, y que ahora era muchísimo mas cómodo y mullido. La ventisca había desaparecido, y Naest se dejó llevar, perdiendo primero la sensibilidad de sus miembros, para luego ir perdiendo lentamente la consciencia, sintiéndose arropado por la madre a la que nunca conoció...

¡TÚ, LEVANTA!

La voz retumbó en los oídos de Naest como si fuese un trueno. Pegó un respingo y se incorporó lo más rápido que pudo, quedando a la altura de los hombros del gruba que tenía delante, un ser grande y peludo, similar a los mendwan. Lo peor no era la amenazadora cara del gruba, enseñándole todos sus amarillos dientes, sino lo que tenía a su alrededor: se encontraba en el claro de un bosque, cerca de un manantial en el que el agua corría cristalina, en mitad de un lugar que Naest juraría no había visitado jamás, y que estaba muy lejos de las Montañas Grises.

Conmocionado por el acontecimiento, ni siquiera le dio importancia al hecho de que podía entender al gruba, con su elemental lenguaje a base de gruñidos y gesticulaciones.

- ¡Patética criatura, apártate de MI agua!

- Eh... perdona, no quería... – apresuró a disculparse Naest, balbuceando y visiblemente mareado, la cabeza no paraba de darle vueltas.

- ¡No intentes explicarte, hombrecito! ¡VETE!

El pequeño mendwan echó unos pasos hacia atrás, dejando al gruba camino libre para llegar a su preciada agua. Naest se fijó que tras él venía lo que parecía ser una hembra gruba, que le miraba con ojos compasivos.

- ¡Que criatura tan pequeña! ¿De dónde crees que habrá salido, Uenti?

- ¿Crees que me importa, Osula? Seguro que viene de las llanuras, de los refugios de los hombres animal. – cuando pronunció esas dos últimas palabras, el tono de voz de Uenti cambió radicalmente, se hizo mucho más serio.

- No creo, tiene muy poco pelo... No se parece ni a nosotros ni a ellos, se parece a aquellos que vimos hace ya tiempo, los que llevaban la piel marcada.

- Si, puede ser... ¡Aunque ya te lo he dicho antes, no me importa!

Naest no conocía prácticamente nada de los grubas, pero tenía claro que estaba ante dos ejemplares de formaban lo mas parecido que esta raza puede tener a una pareja.

- Pero no podemos dejarlo aquí – Osula miró a Naest con ojos tiernos – Lo matarán las fieras, o lo cazarán los hombres animal para comérselo o algo peor.

- ¿Y eso es nuestra responsabilidad? Osula, sabes que no podemos hacer eso, ¿qué diría Acharr si nos viese llegar con esto? Probablemente se lo comería de dos bocados.

Tras decir esto Uenti miró directamente a Naest, enseñándole las largas uñas de sus manos como zarpas, y con unos ojos rojos como el fuego. Naest se hubiera asustado, pero su espíritu estaba muy lejos, inundado en un mar de preguntas. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no seguía en la caverna?

- No pongas esa cara de tonto, criatura. No pienses que por parecer débil vamos a llevarte con nosotros, todo lo contr...

Según decía esa última frase, la gravedad de la voz de Uenti iba aumentando, hasta que las palabras se ahogaron en su garganta, y comenzó a prestar una gran atención a algo que estaba situado detrás de Naest. Como si le hubieran pegado para despertarle, Naest de prontó se puso en alerta y se dio la vuelta rápidamente. Cuatro gardan surgieron de entre los árboles, y uno de ellos avanzó hasta allí mientras que los demás esperaban agazapados entre unos arbustos.

El hombre felino que tenía Naest ante él era un excepcional ejemplar de su raza: alto, fornido, con un pelaje que parecía bien cuidado y una larga melena que le llegaba a la mitad de su musculada espalda. Portaba una lanza en su mano derecha, y llevaba la izquierda en forma de puño, y caminaba hacia ellos con un aire sobrio y tranquilo. Ahora detrás de él, Naest notaba como Uenti y Osula comenzaban a gruñir de rabia y a respirar mucho mas fuertemente que antes. El majestuoso gardan se acercó a Naest, y comenzó a hablarle.

- Mendwan, ¿qué haces con estos seres? ¿Acaso estás con ellos?

Naest se quedó completamente colapsado, no sabía que decir. Era muy joven y nunca había tenido que enfrentarse a alguien que inspirase tanto respeto frente a frente. Supuso que incluso Uormo hubiera vacilado ante alguien así.

- No, mi señor... – escupió las palabras como si estuviera enfermo – No tengo nada que ver con ellos...

- Calla. He terminado de hablar contigo. – dijo el gardan. Naest se sintió aliviado y ultrajado al mismo tiempo por la reacción de este, que ya se encaminaba hacia Uenti.

- Dos grubas... ¿qué hacéis aquí, tan lejos de Acharr? ¿No veis que este territorio y su agua son nuestros?

- Ten cuidado con tus palabras, viejo Kimal. Puede que Acharr no esté por aquí, pero sabes que yo también soy peligroso. – Al escuchar responder al furioso gruba, Naest cayó por fin en la cuenta de que no estaban hablando el idioma mendwan, sino que cada uno parecía hablar algo parecido a sus lenguas maternas, pero por alguna extraña razón todo el mundo parecían entenderse unos a otros.

- Escucha, insensato – el gardan se irguió, y su melena pareció encresparse – No quiero mataros, al menos no hoy, pero no toleraré que se me hable con ese tono, aunque dudase que fueras capaz de hacerlo de una manera mas civilizada.

Dando un paso hacia delante, Uenti exhaló un tremendo grito justo ante el rostro del hombre león y le mostró sus grandes garras, dispuesto a plantar batalla. De la espesura salieron los tres gardan que acompañaban al que parecía era el único que hablaba, mas otros cuatro. Al ver que eran claramente superados en número, Uenti se echó para atrás sin dejar de gruñir y se situó entre Kimal y Osula.

- Eso está mejor – dijo Kimal, esbozando una sonrisa que mostraba su amplia dentadura, de la cual aun parecían colgar restos de algo sanguinolento – prefiero que nos llevemos bien, al menos hasta que hable con tu líder. Dentro de poco va a haber problemas, y no puedo permitirme perder a algunos de mis valiosos hombres manteniendo una estúpida riña con los de tu especie. Ahora, ¿podéis decir a Acharr que quiero hablar con él? Le esperaré aquí, en el manantial.

Para sorpresa de Naest, los dos grubas se retiraron corriendo rápidamente, sin decir nada mas. Ahora él, que había asistido anonadado y completamente estático a toda la escena, se dio cuenta de que ahora estaba al lado de un manantial y con una manada de gardan rodeándole. Según corría un sudor frío desde su nuca a través de su espalda, valoró aquella fría e incomoda piedra de la caverna de los espíritus.

- Tú me vendras bien, mendwan. ¿Cómo te llamas?

- Mi nombre es Naest. – dijo, intentando recomponerse.

- Bien Naest... ¿de dónde vienes? No pareces de las llanuras, los de tu especie de por aquí son de piel más oscura.

- Me... me temo que no sé dónde estamos, señor... – ahora toda la compostura se había venido abajo – Aparecí aquí tras tener un encuentro con espíritus.

- ¿Espíritus? ¿No estarás poseído por el Oscuro? – al pronunciar esas palabras, el resto de gardan se puso en alerta, mirando con rabia al joven chamán.

- No, señor... He sido instruido por un gran chamán, y al igual que él sigo la tradición del gran Tar-Brakon y de la Taga. – Naest trató de parecer lo más solemne posible.

- ¿Tar-Brakon? ¿Y ese quién es, algún débil mendwan que sueña que puede dominar a los espíritus? No elijas ese camino, no te llevará a ningún lado; los espíritus son libres de hacer lo que quieran, y nadie va a poder someterlos a sus deseos, cuanto más lo hagáis peor será vuestro destino... y el de todos nosotros.

El chamán no pudo evitar sentirse ofendido, como fue ocurriendo con casi todos los comentarios que el líder gardan profería, pero estos resultaron suficientes para encender la chispa de la duda en el corazón de Naest... ¿quizá él tiene razón, y son los espíritus los que juegan con nosotros? ¿Qué pasará si algún día deciden dejar de concedernos sus favores?

Siguió cavilando, mirando a los felinos ojos de Kimal, que le contemplaban con una mezcla de instinto paternal y curiosidad. Al rato, llegaron cuatro grubas armados con grandes ramas de árbol talladas con extraños símbolos, y delante de ellos andaba el que debía ser Acharr, un joven y fuerte ejemplar de su especie, aunque Naest discernió que en realidad se trataba de una hembra; también le llamó la atención una gran cicatriz en su vientre, causada por lo que parecía una garra de gardan, aunque también pudiera ser la de un gruba.

- Bien, Kimal, aquí me tienes. ¿Qué es lo que quieres de mí? – La voz, aunque ronca y áspera, pertenecía definitivamente a una mujer.

- Me alegro de ver que tú y tu pueblo estáis bien, Acharr, puesto que ni tú ni yo tenemos tiempo para volver a debatir antiguas rencillas. Un ejercito mezclado de razas de los reptiles viene hacia acá, y debemos ponernos de acuerdo para poder hacerles frente. He enviado emisarios que pudieran hablar con las tribus del sur, pero necesito que algunos de tu gente intente dialogar con los hombres pequeños de las montañas del norte.

Acharr quedó un buen rato con la vista fija en el manantial, como si estuviera calculando mentalmente sus posibilidades.

- De acuerdo, mi viejo enemigo, habrá tregua entre nosotros hasta que evitemos a los invasores de sangre fría. Intentaremos ponernos en contacto con los pequeños, y creo que juntos podremos superar esto.

- Has hablado sabiamente, Acharr. Me enorgullezco de ser tu enemigo.

Los ojos de ambos brillaron de una manera especial cuando sus miradas de cruzaron, como si, de ser otras las circunstancias, pudieran haber llegado a trabar una gran amistad; desde luego, para Naest resultaba evidente que al menos se proferían un respeto mutuo que rivalizaba por el que él sentía por su maestro.

De pronto, una figura surgida de las sombras se interpuso justo frente a Naest, dejó entrever una cara tosca y ligeramente rasgada y le dijo:

- Ya has visto cuanto debías ver aquí; ahora, vete.

El frío volvió a los huesos de Naest, y volvía a sentir bajo él el incómodo tacto de la piedra. Se incorporó lentamente del suelo, y delante suya vió tanto al espíritu guardián de la caverna que ya conocía, como a la imagen borrosa del individuo que le había desterrado de aquel crucial momento. Aunque ahora su silueta no estaba tan definida como antes, tenía mas tiempo para fijarse en que era un individuo de cortos miembros y considerablemente bajito. Al principio pensó que se trataba de un dwaldur, pero un vistazo más atento le reveló que era uno de esos hombres del subterráneo, de la especie a la que llamaban "durk".

"Lamento que Korg te haya asustado, pero no tiene otra forma de comunicarse. Él fue un durk, una de las razas que no se involucró de manera determinante en la Guerra. Fue escogido por los espíritus para ser el poseedor del don de la visión lejana, y así poder ser un testigo vivo de todo lo ocurrido durante esos días, el único problema es que desde entonces solo puede comunicarse con los demás imbuyendo sus visiones durante el sueño."

El durk miraba fijamente a Naest, le observaba con unos ojos que expresaban que había vivido mucho más de lo que le habría correspondido de manera natural. El joven chamán casi sentía pena por él pero a la vez, en lo más profundo de su ser, envidió su don.

"Esta visión sólo ha sido una de las múltiples historias que acontecieron durante la Guerra de Razas, pero esta ha sido tan importante en la historia de Pangea que habrá otros que te hablarán de ella. Ahora, dejemos que Korg se vaya y continuemos con la lección, ya que has descansado."

Pero Naest no se sentía descansado en absoluto… es más, cada vez su carga en esta cueva se le iba haciendo mas pesada…

EN TERMINOS DE JUEGO

Para este especial de verano hemos cambiado un poquito el tono habitual de la cronología, así no os parecerá tan aburrida (lo siento si os parece, desde luego no es mi intención, todo lo contrario). Ya sabéis que si queréis que nos centremos en algún punto de la cronología de Pangea solo tenéis que pedirlo, para eso estamos.

CRONOLOGIA PRIMORDIAL DE PANGEA

    Creación de Pangea a manos del Gran Espíritu
    El Gran Espíritu crea a sus Trece Avatares
    Creación de todos los elementos y las razas por parte de los Avatares
    Reunión de los Avatares y los Primeros Nacidos
    Expulsión de los Ogros y exilio del Décimo Avatar, Chroun
    Ubicación de las Doce Razas Primeras por la superficie de Pangea
    Creación de los Segundos Nacidos
    Expansión de las Primeras Razas
    Comienzo de la Larga Noche
    Aparición del Wukran
    Cobijo de las Criaturas Puras bajo el Manto Protector del Gran Espíritu
    Nacimiento de los Primeros Kiva
    Repoblación de Pangea
    Descubrimiento del Fuego, y de Como Controlarlo
    El Oscuro imbuye los malos sentimientos a las Primeras Razas
    El Gran Espíritu y el Espíritu Oscuro comienzan su eterna lucha
    Las Razas Reptilianas se alzan en armas contra las demás
    Resurgimiento de las Primeras Razas del Cobijo del Gran Espíritu

 

 

Diario Sombra:

Subscríbete en Feedly

Redes Sociales:



Grupos de jugadores:




Cita

«La ciudad que se hizo a sí misma.»

Lema de Cunia