Número: 225.     4ª época.     Año XXI     ISSN: 1989-6289

225 > Ambientación > Operaciones > Mincemeat (CdG). Por: Ignacio Conesa

 

Operación Mincemeat

«Mincemeat shallowed whole»

Con estas palabras le comunicaba Ewen Montagu, un oficial de inteligencia del «Comité XX» a Winston Churchill que había tenido éxito una de las operaciones de engaño más rocambolescas y elaboradas de la Segunda Guerra Mundial, la Operación Mincemeat

Del norte de África a la Europa Continental

A finales de 1942 ya estaba bastante claro que la campaña en África del Norte se iba a saldar con victoria aliada. La siguiente pregunta que pendía sobre los altos mandos de ambos bandos de la contienda era dónde y cuándo los ejércitos aliados iban a invadir Europa desde el Mediterráneo. Para los aliados, tan importante como escoger el lugar propicio para la invasión era que alemanes e italianos se dieran cuenta lo más tarde posible del lugar escogido. Si además conseguían que las potencias del Eje esperasen el desembarco en un lugar completamente distinto, la victoria estaba asegurada.

Fue el capitán de corbeta Ewen Montagu, un oficial de inteligencia naval, quien, inspirado primero por el incidente del Catalina, en el que un hidroavión británico con información comprometida se estrelló en las costas de Cádiz, y después por el plan de MI5 de lanzar un cadáver en Francia con un señuelo, el que ideó el engaño que daría lugar a la Operación Mincemeat (Operación carne picada en español)

Preparando la carne picada

El plan consistía en crear la falsa identidad de un oficial de inteligencia británico, asignársela a un cadáver compatible con una muerte por inmersión y lanzarlo con información falsa cerca de la costa española, de forma que la inteligencia alemana supusiese que el oficial había fallecido en un accidente de avión camino a Gibraltar.

El nombre elegido para el señuelo fue William Martin, capitán de los Royal Marines con la habilitación de mayor, que justificaría que sirviese como correo de información altamente sensible. No se escatimaron detalles en la creación de esta falsa identidad, se le fabricaron cartas personales, entradas al teatro y hasta la foto de una supuesta novia que era en realidad una funcionaria del MI5.

Pero la sazón más jugosa lo constituían dos cartas selladas que el capitán Miller debía llevar en un maletín encadenado a la muñeca. En una el teniente general sir Archibald Nye, segundo jefe del Estado Mayor General Imperial se dirigía al general Alexander, comandante del ejército británico en el norte de África, dándole a entender que no solo el desembarco aliado se iba a producir en Cerdeña y Grecia, sino que además en la carta se insinuaba que existía un plan para engañar a los alemanes, haciéndoles creer que el desembarco se realizaría en Sicilia. La segunda carta estaba enviada por lord Mountbatten, jefe de Operaciones Combinadas, dirigida al almirante Cunningham, comandante en jefe del Mediterráneo, en el que también se comentaba que la invasión tendría lugar en Cerdeña.

Para personificar al desafortunado capitán Miller se escogió el cadáver de un mendigo que había muerto de neumonía, de forma que el consecuente encharcamiento de los pulmones fuera compatible con una muerte en alta mar. Se vistió al cadáver con un uniforme británico, se le puso un chaleco salvavidas y se le equipó con toda la documentación deseada.

Tarjeta de identidad del capitan Miller. Fuente: https://commons.wikimedia.org/

El engaño está servido

Preparada la trampa, solo quedaba activarla. Así, en la madrugada del 30 de abril de 1943, el submarino HMS Seraph arrojó el cadáver frente a la costa de Huelva. Esa misma mañana un pescador de Punta Umbría descubrió el cuerpo sin vida y avisó a las autoridades españolas, que a su vez pusieron rápidamente en conocimiento del suceso al vicecónsul británico. Este autorizó que la autopsia la hiciera un médico forense español en Huelva, que confirmó que la causa de la muerte había sido ahogamiento. Por su parte el servicio de inteligencia alemán pronto tuvo conocimiento de que un oficial británico había aparecido muerto en la costa andaluza y comenzó a presionar para conseguir información sobre el sujeto. Para animar a los alemanes a profundizar en su investigación, se enviaron varios mensajes cifrados en una clave que los británicos sabían que los alemanes habían roto, instando al consulado británico de que recuperara los documentos lo antes posible. Esto animó a los alemanes a presionar al gobernador civil de Huelva a que les diera acceso al cadáver. Finalmente consiguieron hacerse con la maleta, fotografiaron los documentos sin abrir las cartas y entregaron el cadáver a los británicos. Estos, que habían previsto un medio para comprobar si la información había sido leída, confirmaron que el engaño había surtido efecto y pasaron a la siguiente fase del plan.

La indigestión alemana

Cuando la documentación llegó a Berlín, el alto mando alemán, incluyendo al mismísimo Hitler, quedaron convencidos de que la invasión se llevaría a cabo en Cerdeña y Grecia. Se reforzaron las guarniciones de Córcega y Cerdeña y se envió al general Rommel a Antenas, desviando dos divisiones Panzer del frente soviético para ponerlas bajo su mando. Sicilia quedó así desprotegida de forma que cuando el 9 de julio comenzó la Operación Husky y desembarcaron en esta isla, encontraron muy poca resistencia. El engaño fue tan bueno que los alemanes pensaron que este ataque era una diversión y que el verdadero desembarco se haría en Cerdeña y Grecia. Tardaron dos preciosas semanas en darse cuenta de que habían sido engañados y para cuando lo hicieron, Palermo había caído.