DESDE EL SÓTANO
Nº: 155 . 3ª época. Año III
Qatar Por: Rubén Ramos
 

Qatar

Los qatarianos son una raza marcada por una tragedia doble: la pérdida de su hogar natal y el hecho de que esto haya provocado que sean prisioneros y deudores de una "ayuda" que no hubieran pedido. Ésto ha conformado su forma de ser con dos características evidentes: su sombrío fatalismo y su arrojo al enfrentarse a situaciones extremas.

Conversar con un qatariano es sorprendente. Donde hablar con un aioll o un marbagán es algo así como caminar sobre hielo quebradizo debido a su gusto por las florituras, los giros y las metáforas lingüisticas, ellos son algo así como un mazazo en el pecho. No hay tiempo para las tonterías ni las idioteces. Si por ejemplo alguien quiere comenzar una negociación comercial, lo peor que se puede hacer es comenzar preguntando por la salud o la familia. La respuesta más probable será: "mi familia está bien y prefiero dejarla fuera de esto. Mi salud está bien. No necesito comprar medicinas". Esta respuesta, que camina en la fina línea que separa la hostilidad de la falta de empatía, en realidad refleja la terrible desconfianza que sienten hacia todo aquello que no sea un congénere. Esta actitud llega a su extremo en sus relaciones con los marbagán, con los que tratan de tener el mínimo contacto posible. Un qatariano con una deuda es un qatariano débil y la historia les ha enseñado que su espacie puede debilitarse en un parpadeo. No pueden permitirse el lujo de debilitarse aún más.

A pesar de esta actitud hacia el exterior, los qatarianos son muy amigos de reuniones y de actividades con sus congéneres. Son efusivos, en privado y en público, si se rodean de la gente en la que confían. Se tocan, se golpean de manera amistosa, se abrazan, palmean y fingen conatos de pelea cuando están reunidos en grupo. El ejemplo más claro son sus grupos matrimoniales. Según la ley qatariana, un matrimonio lo componen seis personas. Por lo general, paritario de tres a tres en relación de sexos pero no es raro los casos de preeminencia de un sexo por encima del otro. Dentro de ese grupo, las relaciones son privadas, pero a efectos legales esas seis personas son las que cuidan a los hijos, los que afrontan pagos de facturas, los que tienen responsabilidades jurídicas, etc. Un qatariano solitario o un grupo rodeado de razas diferentes, por el contrario, será distante y silencioso sin importar la situación.

Los qatarianos aguantan bien las aglomeraciones. Son capaces de aislarse en medio de multitudes y entornos ruidosos (su famosa meditación diaria). Esa falsa actitud contemplativa ha contribuido a añadir más leña al fuego de su fama como llorones. Sí es cierto que el individuo qatariano sufre aislado de su grupo social (compuesto por un número de seis a veinte personas) y tiende a la melancolía alejado de ellos, pero en muchas ocasiones, esa tristeza en realidad es un "interruptor" para recargarse las pilas y poder aguantar bien el día a día.

Son orgullosos defensores de su gente y "patria" aunque en ocasiones no lleven razón (como la defensa de ciertos avances tecnológicos conseguidos que no lo son tanto) y ensalzan cuando pueden sus logros y conquistas. Es un modo de sentirse bien y saber que su existencia merece la pena, que son importantes en el universo.

Los qatarianos son valientes. Tras la pérdida de su hogar, en la que todo estaba condenado fueron capaces de sacar fuerzas de falqueza y salvar al mayor número de personas posibles. Olvídaos de esa ayuda de la RFP, de la Federación y de nada. Sin el valor de esa gente, esas naves hubieran llevado muchas menos personas en sus bodegas de carga. Esa actitud se refleja en combate: son capaces de llevar a cabo asaltos suicidas con tal de obtener una pequeña ventaja para el resto. Lo que es más importante: no esperan nada a cambio. Ni dan las gracias, ni esperan que se las den.

Una cosa curiosa que sorprende a los que conocen a un qatariano es su querencia por los peinados estridentes, tanto en forma como en colorido. En ocasiones se ha tratado de ver en ello algún tipo de ritualística social o de jerarquización inconsciente. En realidad, no hay nada de eso. Simplemente les gusta decorar sus cabellos (que nunca pierden). Para un qatariano, eso sí, el rapado es el equivalente a que le escupan en la cara.

« Pág. anterior Subir Pág. siguiente »
Versión imprimible DeS. © Ediciones Sombra