Eriloe

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DIARIO DE JION MATER

MORIR EN ERILOE

Dice un viejo adagio que la muerte es el viaje definitivo. En Eriloe esta frase carece de sentido. Cuando los dioses fueron expulsados del mundo la creencia de una existencia más allá de la muerte fue erradicada también. No en vano el principal mensaje de las religiones era la promesa de una vida mejor en el más allá. Una promesa que en los días de la Guerra de los Portales se veía como una excusa para mantener sumisa a la plebe.

Desde entonces los eriloitas no creen que vaya a haber vida después de la muerte. Esto les hace ser bastante materialistas, creyendo que lo mejor es vivir el momento y esperar una vida lo más larga y enriquecedora posible. Cuando una persona muere nada queda tras ella, tan solo un cuerpo que no deja de ser un animal muerto. Este cuerpo es quemado o enterrado sin demasiada ceremonia, más para evitar enfermedades o que los restos sean pasto de las alimañas. Esto no quiere decir que los eriloitas no lloren a sus muertos, simplemente no organizan ceremonias ni rituales cuando un ser querido fallece. Cierto es que en ciertas ciudades existen pequeñas costumbres asociadas a la muerte, como la tradición corusiana de no comer carne el día del enterramiento o la vela que se enciende en Cuivien la noche después del fallecimiento. Estas ceremonias son más habituales entre elfos y enanos, ambas razas poseedoras de un importante respeto por sus tradiciones, aunque los ritos exactos varían de un reino a otro.

Sin embargo estas tradiciones no tienen ningún sentido intrínseco. Son simples remanentes de los antiguos ritos funerarios anteriores a la Guerra de los Portales. Existen, no obstante ciertas excepciones a estos usos. Por ejemplos a los enterramientos de los héroes o personas notables que sobresalieron en vida se les guarda un gran respeto. Estos lugares se convierten en lugares de peregrinación o en los ejes de culto de un grupo de clérigos. Pero ni siquiera en este caso se cree que el héroe de alguna manera continua existiendo en un hipotético Mas Allá.

Otra importante excepción son los Antiguos. Retirados ya del vivir cotidiano de las razas jóvenes cuando sucedió la Guerra de los Portales, continúan creyendo en sus antiguos dioses. Así sostienen que tras su paso por Eriloe moran en una tierra en compañía de estos. Los Antiguos entierran a sus muertos en dólmenes, pero debido a la escasa mortandad de esta raza es muy raro ver esas construcciones, que además ubican en lugares poco civilizados y de difícil acceso. Para los antiguos ellos son los únicos que pueden volver con los viejos dioses, ya que el nacimiento de las otras razas es anterior al ascenso de Eriloe y por tanto los viejos dioses desconocen su existencia.

Por otro lado están los Seguidores del Emperador, los pueblos que viven bajo lo que en su día fue su imperio. Se cree que uno de los mensajes del Emperador era la existencia de un mundo mejor tras la muerte y dicha creencia persiste. Los del Nuevo Mundo queman a sus muertos para que sus almas puedan viajar con el humo al nuevo mundo. Las cenizas y los restos (según ellos, lo malo de cada uno que no puede ascender a la nueva vida) son arrojados al vacío. Para un novomundano las cenizas de un muerto son un foco de maldad y perversión. Ni que decir tiene que estas muestras de culto a los muertos son miradas con repulsión por el resto de eriloitas, ya que, a fin de cuentas, la figura del Emperador no goza de muy buena imagen fuera de las fronteras del Nuevo Mundo.

Hasta ahora hemos estado hablando de lo que la gente cree que pasa después de la muerte. Pero ¿cuál es la verdad? ¿Qué pasa realmente después de la muerte? Encontrar la respuesta a esta pregunta ha torturado a muchos eruditos antes y después de la Guerra de los Portales. Quizá los Antiguos estén en posesión de la verdad, pero según sus creencias ellos son los únicos que tienen un destino tras morir ¿qué pasa con el resto de las razas? Actualmente la doctrina más extendida entre los eruditos es la que emana de la antigua escuela Instrumentalista. Según esta teoría, al no existir de forma estable otros planos fuera de Eriloe, cuando un ser muere su alma alcanza la Nada y comienza a disolverse en ella. En pocas horas todo rastro de la esencia vital del sujeto desaparece para siempre, quedando tan solo un pequeño residuo de su conciencia en el cuerpo que deja atrás. Este residuo es el que se manifiesta cuando el fallecido es invocado como espíritu o muerto viviente. Son criaturas fragmentarias, con retazos de los recuerdos que tuvieron y con un sentimiento de repugnancia hacia todo lo vivo.

No obstante ciertos hechizos poderosos son capaces de reconstruir la conciencia del muerto a partir de la Nada. Entrando en conexión con la impronta que el alma dejó en la Nada al disolverse son capaces de crear una especie de copia de la fuerza vital, capaz de habitar un cuerpo. La primera vez que se sufre este proceso el resultado es casi idéntico al original. Tan solo se pierden unos cuantos recuerdos fragmentarios aquí y allá, cosas de poca importancia que apenas dejaron su huella en la Nada cuando el sujeto falleció. Sin embargo conforme se va repitiendo el proceso poco a poco la copia va alejándose del original, aparecen grandes lagunas en la memoria y trastornos en la personalidad. Generalmente el sujeto no es capaz de aguantar más de cuatro resucitaciones antes de que su alma degenere por completo y todo lo que era se pierda para siempre.

En términos de juego el tiempo en el que un hechizo es capaz de resucitar a una persona se reduce drásticamente. De esta forma los hechizos de resurrección que en el Manual del Jugador tienen una caducidad de días pasan a tenerla en minutos, los que la tienen en semanas pasan a tenerlos en horas y los que la tienen en años pasan a tenerlos en días. Los conjuros que no tienen caducidad ven esta reducida a un año. Este es el periodo máximo en el que alguien puede ser resucitado. Así por ejemplo el conjuro de Reencarnar puede devolver a la vida a una persona que lleve muerta como máximo una hora y el de Resurrección podrá resucitar a alguien que lleve muerto como mucho diez días por nivel de lanzador.

Por si fuera poco la degeneración del alma se va notando conforme se van repitiendo las resucitaciones. Por cada resucitación posterior a la primera se pierde un nivel más de personaje. Así una persona que sea resucitada por tercera vez perderá tres niveles en el proceso. Una persona que se quede con un nivel cero o negativo no puede ser resucitada. Además el Dungeon Master está en su derecho de imponer desórdenes y pérdidas de características mentales a los personajes que lleven a cuestas más de una resucitación.

 

 
 

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