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DIARIO DE JION MATER

LA COMPAÑÏA GRISAZUL

En lo más profundo del barrio Oeste de Ôs, allí donde pocas personas de vida honesta se atreverían siquiera a mirar en una mañana soleada, se encuentra un edificio desvencijado que antiguamente fue una casa de hospedaje para transeúntes. Contrastando con el ambiente cochambroso un largo pendón de vivos colores azul y gris cuelga de la fachada indicando que esa es la sede central de la a un tiempo famosa e infame Compañía Grisazul. El interior del edificio está torpemente restaurado por los integrantes de la compañía, en su mayoría aprendices de la más variopinta selección de oficios. Aquí se albergan unos pequeños barracones donde los integrantes de la compañía que no tiene casa propia duermen, comen y, en general, hacen su vida. Una parte de los barracones están habilitados como celdas de castigo, tanto para los criminales que se detienen como para los miembros de la Compañía que se relajan en su disciplina. Ya en la primera planta existe una especie de oficina de atención al ciudadano, donde las gentes del barrio Oeste van a exponerles sus problemas a la compañía y a pagar el impuesto de ‘protección’. Otras estancias de la primera planta son una armería y un pequeño archivo. En la segunda y última planta están las habitaciones de Dalaris y Jert, los fundadores de la Compañía, aunque pocas veces las usan ya que se dedican a ir de aquí para allá. El uso más habitual de estas estancias es para dar fiestas donde el alcohol, las mujeres y la camorra circulan de mano en mano.

El trabajo de la Compañía Grisazul es simple. Patrullan ciertas zonas especialmente conflictivas y acosan a los cuatro o cinco delincuentes habituales. En cuanto ven un altercado se mente de lleno repartiendo a ambos bandos sin demasiados miramientos. A cambio cobran protección a los comerciantes y habitantes de la zona. Salvo algún caso aislado estos están encantados de pagar el impuesto. La Compañía no se anda con chiquitas y están muy bien organizados, por lo que el crimen apenas puede hacerles frente. De vez en cuando las cosas se van de madre y es la propia Compañía la que destroza una taberna o provoca una pelea, pero eso es hasta cierto punto tolerado. De hecho hasta las esporádicas escapadas y robos de Dalaris, Jert y alguno de sus asociados más cercanos se ven como algo pintoresco y hasta enorgullecedor

Tan eficiente es la labor de la Compañía Grisazul que la Guardia Metropolitana de Ôs casi ni se preocupa de patrullar ni realizar detenciones en el barrio Oeste. Ocasionalmente, cuando un criminal comete un crimen en uno de los barrios y busca refugio en la zona Oeste, la Guardia se pone en contacto con la Compañía y solicita la detención del individuo. Depende de quien esté al cargo en se momento la petición se tramita con mayor o menor diligencia. Dalaris es más cumplidor en estos temas y Jert, bueno, eso depende de lo mucho que le duela la cabeza por la resaca.

De hecho de un tiempo a esta parte, con la intención de librarse de las tediosas relaciones institucionales, Dalaris y Jert nombraron un encargado para estos temas. Karius, una gnoma con ‘la cabeza muy bien amueblada’ como dice Jert. La labor de Karius comenzó siendo bastante prometedora, mejorando las relaciones con el gobierno legítimo de la ciudad. Sin embargo su ambición le llevó a estrechar demasiado estas relaciones, viéndose forzada a veces a responder delante del mismísimo gobernador. El asunto se le fue de las manos cuando, aprovechando una ausencia prolongada de Dalaris y Jert, convirtió a la Compañía en una especie de cazadores de recompensas a sueldo del gobernador. Por fortuna para la pareja de truhanes cuando a causa de la Rebelión de los Enmascarados el gobernador fue depuesto, pudieron cortar de raíz esta incómoda relación. Karius fue amablemente invitada a abandonar la compañía vistiendo un hermoso traje de plumas y brea y ahora Dalaris es quien se encarga personalmente de mantener unas relaciones de cómoda ignorancia mutua con la Guardia y el gobernador.

Entrar en la Compañía Grisazul es relativamente sencillo. Primero se debe contar con el aval de un miembro, lo cual no es difícil de conseguir si se gasta una considerable cantidad de dinero en bebida y se demuestra un talante campechano y jovial. Normalmente se suele exigir tener por lo menos un nivel de pícaro, demostrándolo llevando a cabo las tareas propias de esta ocupación. Por último se tiene que aceptar que cuando uno se une a la Compañía solo puede abandonarla si Dalaris o Jert dan su permiso expreso. A cambio el recluta solo tiene que patrullar de vez en cuando, dejarse caer por la sede y, sobre todo, meterse en cuanto follón, robo, agresión o tumulto vea. El sueldo no es demasiado alto, tan solo el de un guardia normal, pero si se vive en los barracones se consigue alojamiento y comida gratis, aunque entonces uno está siempre disponible si los mandamases deciden hacer una salida de castigo.

 

 
 

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